Cuando,
de causalidad, llegó a mis manos la Carta del director firmada por
Pedro J. Ramírez -El Rajoy al que hasta yo tendría que apoyar-, lo
primero que pensé fue: ¡hasta en la ficción estamos perdiendo la
ambición! -también he de decir que unas personas más que otras-.
Lo
primero que me llamó la atención de la carta fue lo siguiente:
“Segundo:
un proyecto de reforma tributaria encaminado a impulsar la economía
y corregir las desigualdades sin esquilmar a la clase media
asalariada, pero convirtiendo la lucha contra el fraude en un
objetivo nacional”.
¿Acaso
es posible corregir las desigualdades sin cuestionar de dónde procede la riqueza material de parte de esa clase media
asalariada? Es decir, sin cuestionar el origen de esa riqueza material de la que disfruta parte de la clase media, ¿no estaríamos cronificando la desigualdad y la pobreza? Parece que se ha normalizado la
pobreza hasta tal punto de convertir en legítimo el hecho de que parte de la clase media conserve sus bienes materiales -aún a costa de los pobres que parecen generarla-. Veamos:
El
texto que sigue ha sido extraído del libro de ENRIQUE MARTÍNEZ
REGUERA (2015) “Manifiesto personal contra el Sistema”. Madrid.
Popular.
El texto entrecomillado que sigue, lo tomo de su autor Íñigo Ortiz
de Mendíbil y Zorrila:
“Nos hicieron creer que éramos clase media y no lo que realmente
hemos sido siempre: clase trabajadora. Con halagos así, fueron
desmontando los movimientos sociales, reivindicativos y solidarios.
Se apelaba una y otra vez al Estado del Bienestar y al Estado de
Derecho, pero escondiendo bajo la alfombra un 20% de excluidos. Para
los que supuestamente habían previsto destinar subvenciones. Pero
luego resultó que para los excluidos, ni las calderillas. Porque
quien realmente fue subvencionada fue la población con estudios, la
clase media. Somos la `Clase Media Subvencionada´ porque somos los
receptores directos de los dineros asignados para la exclusión
social. Tanto es así, que las propias subvenciones nos obligan a
aplicar un 80% de las mismas a financiar a los ´profesionales´.
Ya está bien de hablar de los excluidos, para sacar tajada a espalda
de los excluidos. Permitidme una ocurrencia: si Cristiano y Messi
generan unos ingresos alucinantes al Madrid y al Barcelona, es lógico
que también ellos tengan unas fichas o ingresos millonarios. Pues
bien, si los excluidos sociales generan la totalidad de los ingresos
de los ´profesionales´dedicados a ellos, también debieran percibir
como ingresos netos, una parte de los recursos, en concepto de cuotas
de participación...En vez de atiborrarlos de estúpidos cursillos
sobre habilidades sociales o resolución de conflictos”.
No habría podido llegar la clase media a donde acabamos de referir,
si desde los 80 la población no hubiera sido objeto de un lavado de
cerebro para vaciarnos de interioridad y reducir a mínimos nuestra
condición de personas.
La esclavitud consistió siempre en eso, en deshumanizar y cosificar
personas.
Fin de la cita.
Por lo tanto, parece que ni en la ficción, Pedro J. Ramírez es
capaz de proponer un verdadero pacto de Estado sobre la pobreza. Yo
no pretendo esquilmar a la clase media pero sobre todo, no quiero
continuar explotando a ese 20% de personas excluidas que generan
riqueza material -la cual, no está destinada a ellas-.
No es mi intención cargar contra Pedro J. Ramírez pero éste, de
alguna manera, es consciente -ha de serlo- de lo que propone. Si en
la actualidad no existe -o ha sido vetado-, en los grandes medios de
comunicación, un debate profundo acerca del origen de las actuales
desigualdades, responde a algo premeditado y tendencioso. El debate
acerca de una parte de la clase media no es únicamente el cuestionar la
legimitidad o no de las condiciones materiales que supuestamente le
pertenecen. Es más profundo aún, se trataría de ocultar con
malicia, algunas de su probables funciones. Veamos:
El texto que sigue ha sido extraído del libro de ENRIQUE MARTÍNEZ
REGUERA (2015) “Manifiesto personal contra el Sistema”. Madrid.
Popular.
Recientemente comenté en la Universidad, a un grupo de estudiantes y
graduados de trabajo social y psicología:
“La mayoría de vosotros, en mi época, encontraríais empleo al
acabar los estudios; meses después alquilaríais una vivienda con
opción de compra y empezaríais a pensar en crear vuestra propia
familia.
Tal vez porque estamos reunidos en un aula universitario os sigáis
imaginando así, gentes de clase media; pero la mayoría de vosotros
ya no lo sois, porque el paro os está empujando hacia la pobreza.
Miraos unos a otros. Al acabar los estudios, la mitad de entre
vosotros no encontrará trabajo ni vivienda ni forma alguna de
independizarse.
La otra mitad frenará ese resbalón hacia la indigencia, en la
medida en que entre a prestar incondicionales servicios en alguna
Empresa o en alguna ONG subvencionadas. El llamado Tercer Sector: un
colectivo amamantado con subvenciones, que si obedece con instinto
canino recibirá el sustento diario; y si no, será arrojado a las
tinieblas exteriores, al famélico vertedero del desempleo.
La labor de muchos de vosotros ya no tendrá nada que ver con vuestra
preparación ni vuestro específico ejercicio profesional, sino que
simple y llanamente prestaréis labores de control social sobre los
desposeídos. Entre los que ya se encontrará la otra mitad de
vuestros compañeros.
Estricto y riguroso control social de carácter intimidatorio, para
evitar que los pobres se vuelvan levantiscos. Lo que en la época de
Franco desempeñaba la llamada “brigada social” y el “auxilio
social”; lo que en otras dictaduras desempeñó el comisariado
político. Dará lo mismo que dispongáis de títulos de licenciado o
doctor; de educador, psicólogo, sociólogo, antropólogo o filósofo.
Porque no se os dará empleo para ejercer de lo que sabéis y para lo
que os habéis preparado; sino para servir de ojos y oídos al
Sistema”.
Fin de la cita.
Ese “prestaréis labores de control social sobre los desposeídos”
es rigurosamente obligatorio ocultarlo a toda costa. La razón: lo
contrario a ese control social, probablemente nos pondría en el camino para poder superar, con ciertas garantías, las desigualdades
sociales. Cuando ese debate se difunda desde los poderosos medios de
comunicación -ya lo sé, soñar es gratis-, poco a poco, iremos
comprendiendo, por ejemplo, que existe un reparto injusto de las
condiciones materiales. Esas condiciones materiales que convierten a unas personas en aventajadas del sistema financiero (al facilitarle el acceso a bienes,
servicios y derechos básicos) y a otras, en cambio, la negación de
la porción del pastel les conducen al vertedero de la pobreza -eso
sí, siendo cosificadas y explotadas-.
A Pedro J. Ramírez, por lo tanto, le ha faltado ambición así como
prestarle un poquito más de atención al origen de problemas
tremendamente graves -con el fin de no repetir viejas fórmulas ya
fracasadas-. Esa falta de ambición ha provocado que, tampoco en la
ficción, pueda proponer un verdadero pacto de Estado sobre la
pobreza. He de decir también que, me hubiese gustado leer en su
carta una solución o una propuesta para hacer frente “a las dos
castas de infancia” que hay en Occidente. Es decir, una reflexión
acerca de la necesaria reforma del sistema de protección de menores.
Aunque despreciando en su carta a una de las fuerzas políticas (IU o
para ser más exactos IU-Aragón), que, curiosamente, ha abierto el
debate acerca de lo que comento, era lógico que Pedro J. Ramírez no reparase en dicho debate (pinchar aquí).